La imagen del desierto puede parecer simple, pero es mucho más compleja de lo que, a simple vista, parece arena y cielo azul.
El desierto es el lugar dónde el corazón se encuentra en silencio
con Dios. Lejos de los ruidos de la ciudad, de la masiva cantidad de
mensajes que nos llegan de distintas aplicaciones y de los constantes
bombardeos sociales para "avanzar", para "tener éxito",
"planear" tu vida, "organizar" tu semana,
sacar "buenas notas". Pareciera que quisiéramos controlar cada
aspecto de nuestra vida externa, pero apenas dedicamos tiempo a lo que
sucede por dentro. En ese lugar secreto donde viene la paz que sólo
Dios nos da.
Los padres del desierto fueron llevados por el Espíritu Santo a la soledad
y en el silencio de ese mar de arena, estaban en constante oración y
practicaban ayuno constante; todo esto sin sin ser distraídos por las
cosas del mundo.
Sin embargo hay algo que siempre nos acompaña a todos a donde sea que
vayamos: la tentación. Nunca estamos exentos de ella y mientras caminemos por
este mundo estaremos en constante combate.
Es por esto que no debes alejarte al "desierto" para huir de las
situaciones difíciles, sino para encontrarte con Dios y profundizar en su
presencia. Allí también encontrarás pruebas, y es cierto que, muchas veces, las
más duras suceden cuando uno más cerca quiere estar de Dios.
Camina al desierto en esta cuaresma con ese espíritu de entrega
y combate. De fortaleza y valentía.
Ánimo, después del desierto nos espera ¡la Victoria de Cristo!
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